El lunes me despedí de los chavales del Centro de Día Don Bosco, en el que llevo de voluntaria casi cuatro años. No era una despedida triste porque -si todo va bien- el curso que viene nos volveremos a ver y compartiremos nuevos momentos juntos.
Gracias a ellos, los lunes son diferentes, sé que ese día no me tocará llegar a mi casa, comer y ponerme a estudiar. Los lunes toca diversión, apoyo, cariño, ilusión, esfuerzo y paciencia. Son los días en los que dejo de pensar en mí misma y pienso en cómo puedo ayudarles a ello, que desafortunadamente no viven en el contexto más adecuado para su desarrollo.
Ellos son una muestra de que todo es posible. Llegan al centro siendo de una manera y cuando llegan al grupo de mayores se han transformado, valoran al centro y a todas las personas que están con ellos para guiarles en el camino de la vida. ¡Son unos campeones!
Y yo, mientras ellos van avanzando poco a poco, me voy dando cuenta de lo necesaria que es la solidaridad, la cooperación, la justicia y el respeto en el mundo en el que vivimos. Que en nuestro entorno hay personas que lo están pasando mal y que, con un poco de nuestro tiempo, podemos ayudarles a que afronten esa situación y consigan superarla.
Los chavales y yo nos volveremos a reencontrar el curso que viene que nuevas ilusiones y nuevas metas que alcanzar. Yo les ayudaré a ellos a conseguirlas y ellos -aunque no lo sepan o no se quieran dar cuenta- me ayudarán a mí a llegar hasta ellas.
No tengo palabras de agradecimiento suficientes para todas las personas que trabajan en el centro y que me tratan como una componente más del equipo y para los chavales que me han recibido con los abrazos abiertos -a pesar de su dura situación- y los cuales se han ganado mi afecto, cariño y admiración. También quiero resaltar el cariño que me demuestran cada lunes Vanesa y Laura, mis dos compañeras voluntarias con las que espero vivir muchos momentos más juntas. ¡GRACIAS POR LA OPORTUNIDAD!
UN MUNDO MEJOR ES POSIBLE SI TODOS TRABAJAMOS UNIDOS PARA QUE LO SEA